Nunca he podido entender las coincidencias. Los hechos se producen por aquí y por allá, sin conexión entre ellos, pero hay algo que los une y allí están todos juntos.
Episodio I
Ya son varios meses que los neologismos femicidio y feminicidio han tomado carta de naturalización en nuestro lenguaje cotidiano. Se los encuentra en las primeras páginas de los periódicos, que recogen los frecuentes asesinatos a mujeres, y en las declaraciones de alguna organización femenina que aún cree necesario tener voz propia. La importancia de ambos términos se hizo evidente en el debate sobre el Código Penal, con la propuesta de utilizarlos para configurar el asesinato a una mujer como un tipo específico de delito cuando es motivado por su condición de mujer. No sé en qué terminó el debate, si se logró ese objetivo o si quedó al margen, como ocurrió con el aborto en casos de violación, pero lo cierto es que con todo esto salió a la luz un problema que tiene enormes dimensiones en nuestro país (y en buena parte de América Latina). Está claro que la violencia contra la mujer, que llega a niveles tan dramáticos como es la muerte de decenas de ellas, no es algo aislado sino que tiene profundas raíces culturales en nuestra sociedad.
Episodio II
En Colombia, una mujer denuncia haber sido violada en el estacionamiento del restaurante Andrés carne de res. El dueño del local, un señor Jaramillo, argumenta: “Estudiemos qué pasa con una niña de 20 años que llega con sus amigas, que es dejada por su padre a la buena de Dios. Llega vestida con un sobretodo y debajo tiene una minifalda, pues a qué está jugando. Para que ella, después de excomulgar pecados con el padre, diga que la violaron”. Vale decir, una mujer merece ser violada por la forma en que se viste o por la manera en que actúa. Andrés, nuestro cuerpo no es carne de res, fue la consigna de las mujeres que, vistiendo minifaldas, protestaron frente al restaurante.
Episodio III
En marzo del presente año, la Secretaría de Comunicación del gobierno nacional emitió un spot en el que una mujer joven, vestida de la manera a la que alude el señor de la carne de res, toma varios tragos y baila alegremente en un sitio público. Al salir se sube al auto de unos desconocidos, mientras la infaltable voz en off sentencia "El consumo excesivo de alcohol puede quitarte el control de tu vida" para terminar con un admonitorio "Reacciona Ecuador". La potencial violación de la joven es, entonces, de su entera responsabilidad.
Episodio IV
En su espectáculo de los sábados, en medio de los insultos y de las descalificaciones, el líder disfruta haciendo chistes. Deben ser muy buenos o debe sintonizar perfectamente con los valores del público que asiste a ese acto, porque éste (compuesto por hombres y mujeres) los celebra con entusiasmo cuando los escucha. Así fue el sábado 16 de noviembre. Cuando ya terminaba la función, improvisó un karaoke con la canción La quiero a morir, pero la abandonó a la segunda o tercera línea porque le vino a la memoria el chiste. En términos casi textuales dijo que esta es la canción del novio, porque la del casado es la quiero matar.
Epílogo
No, nunca he podido entender las coincidencias. Será seguramente porque estoy equivocado al creer que son simples coincidencias.
Episodio I
Ya son varios meses que los neologismos femicidio y feminicidio han tomado carta de naturalización en nuestro lenguaje cotidiano. Se los encuentra en las primeras páginas de los periódicos, que recogen los frecuentes asesinatos a mujeres, y en las declaraciones de alguna organización femenina que aún cree necesario tener voz propia. La importancia de ambos términos se hizo evidente en el debate sobre el Código Penal, con la propuesta de utilizarlos para configurar el asesinato a una mujer como un tipo específico de delito cuando es motivado por su condición de mujer. No sé en qué terminó el debate, si se logró ese objetivo o si quedó al margen, como ocurrió con el aborto en casos de violación, pero lo cierto es que con todo esto salió a la luz un problema que tiene enormes dimensiones en nuestro país (y en buena parte de América Latina). Está claro que la violencia contra la mujer, que llega a niveles tan dramáticos como es la muerte de decenas de ellas, no es algo aislado sino que tiene profundas raíces culturales en nuestra sociedad.
Episodio II
En Colombia, una mujer denuncia haber sido violada en el estacionamiento del restaurante Andrés carne de res. El dueño del local, un señor Jaramillo, argumenta: “Estudiemos qué pasa con una niña de 20 años que llega con sus amigas, que es dejada por su padre a la buena de Dios. Llega vestida con un sobretodo y debajo tiene una minifalda, pues a qué está jugando. Para que ella, después de excomulgar pecados con el padre, diga que la violaron”. Vale decir, una mujer merece ser violada por la forma en que se viste o por la manera en que actúa. Andrés, nuestro cuerpo no es carne de res, fue la consigna de las mujeres que, vistiendo minifaldas, protestaron frente al restaurante.
Episodio III
En marzo del presente año, la Secretaría de Comunicación del gobierno nacional emitió un spot en el que una mujer joven, vestida de la manera a la que alude el señor de la carne de res, toma varios tragos y baila alegremente en un sitio público. Al salir se sube al auto de unos desconocidos, mientras la infaltable voz en off sentencia "El consumo excesivo de alcohol puede quitarte el control de tu vida" para terminar con un admonitorio "Reacciona Ecuador". La potencial violación de la joven es, entonces, de su entera responsabilidad.
Episodio IV
En su espectáculo de los sábados, en medio de los insultos y de las descalificaciones, el líder disfruta haciendo chistes. Deben ser muy buenos o debe sintonizar perfectamente con los valores del público que asiste a ese acto, porque éste (compuesto por hombres y mujeres) los celebra con entusiasmo cuando los escucha. Así fue el sábado 16 de noviembre. Cuando ya terminaba la función, improvisó un karaoke con la canción La quiero a morir, pero la abandonó a la segunda o tercera línea porque le vino a la memoria el chiste. En términos casi textuales dijo que esta es la canción del novio, porque la del casado es la quiero matar.
Epílogo
No, nunca he podido entender las coincidencias. Será seguramente porque estoy equivocado al creer que son simples coincidencias.