Temprano en la mañana, en realidad en la madrugada, soy un radioescucha obsesivo, de los que se pasean por el dial y conocen los números de cada estación (lo que considero un acto heroico de mi memoria). Incluso soy de los que saben el orden en que van llegando las cuñas publicitarias. Al final, en más o menos una hora me he enterado del contenido de los periódicos y ya solamente me queda revisar las páginas editoriales y los avisos mortuorios.
Todo esto para decir que mi primera fuente de información (en orden cronológico) es oral. Eso significa que dependo en gran medida de la pronunciación, el ritmo, la entonación y sobre todo la acentuación de quienes se encargan de la lectura. Sí, la acentuación, no el acento. Me refiero a esa regla básica del castellano que se rige por un simple signo colocado sobre una vocal y que convierte a las palabras en agudas, graves y esdrújulas.
Por alguna razón que no entiendo totalmente, aunque algo sospecho, quienes leen las noticias en la mañana han declarado la guerra a las graves y a las agudas y han creado una nueva categoría que es el híbrido de cualquiera de esas dos con la esdrújula. Es complejo explicarla, porque no se trata solamente de cambiar el lugar del acento, sino que incluye la extensión de la vocal acentuada y además coloca una clara separación entre la sílaba que la contiene y el resto.
Veamos si los ejemplos hablan mejor. Para citar sólo las que oí hoy, el pré-sidente hizo una dé-claración antes de embarcarse en el á-vión, mientras hasta el é-dificio de la á-samblea llegaron las cenizas producidas por la é-rupción del vól-can. Me enteré también que quienes se encargan de la lectura son Má-ria y É-duardo.
Decía que algo sospecho acerca del origen de este giro en la lengua hablada. Me imagino que se trata del énfasis (que, al fin y al cabo es una palabra esdrújula). Pero, de todas maneras, no encuentro la relación de la acentuación en la primera sílaba con el énfasis. Quiero decir que no entiendo por qué erupción les parece a ellos menos enfático que é-rupción. Y tampoco entiendo por qué a mí me resulta también menos enfática una declaración que una dé-claración. Bueno, será que a esa hora necesito la tasa de café, la ducha y la esdrújula. Si no la escucho pienso que no se han producido noticias y comienzo a preocuparme porque ese es mal síntoma en nuestro én-fatico país.
Todo esto para decir que mi primera fuente de información (en orden cronológico) es oral. Eso significa que dependo en gran medida de la pronunciación, el ritmo, la entonación y sobre todo la acentuación de quienes se encargan de la lectura. Sí, la acentuación, no el acento. Me refiero a esa regla básica del castellano que se rige por un simple signo colocado sobre una vocal y que convierte a las palabras en agudas, graves y esdrújulas.
Por alguna razón que no entiendo totalmente, aunque algo sospecho, quienes leen las noticias en la mañana han declarado la guerra a las graves y a las agudas y han creado una nueva categoría que es el híbrido de cualquiera de esas dos con la esdrújula. Es complejo explicarla, porque no se trata solamente de cambiar el lugar del acento, sino que incluye la extensión de la vocal acentuada y además coloca una clara separación entre la sílaba que la contiene y el resto.
Veamos si los ejemplos hablan mejor. Para citar sólo las que oí hoy, el pré-sidente hizo una dé-claración antes de embarcarse en el á-vión, mientras hasta el é-dificio de la á-samblea llegaron las cenizas producidas por la é-rupción del vól-can. Me enteré también que quienes se encargan de la lectura son Má-ria y É-duardo.
Decía que algo sospecho acerca del origen de este giro en la lengua hablada. Me imagino que se trata del énfasis (que, al fin y al cabo es una palabra esdrújula). Pero, de todas maneras, no encuentro la relación de la acentuación en la primera sílaba con el énfasis. Quiero decir que no entiendo por qué erupción les parece a ellos menos enfático que é-rupción. Y tampoco entiendo por qué a mí me resulta también menos enfática una declaración que una dé-claración. Bueno, será que a esa hora necesito la tasa de café, la ducha y la esdrújula. Si no la escucho pienso que no se han producido noticias y comienzo a preocuparme porque ese es mal síntoma en nuestro én-fatico país.